Guiones de vida

No me creo que no queráis saber cuál es el milímetro exacto por el que crece la hiedra sobre la lúgubre fachada, que os sea indiferente que mencionen el tono de gris con el que se cubre el cielo donostiarra o la canción que suena de fondo mientras alguien arranca una pelusa del hombro de su viejo abrigo burdeos.

Las historias, más allá de oler a libro nuevo o de deslizar sus páginas acariciando una pantalla, necesitan detalles para existir. Profundos, de los de verdad.

En forma de orgasmo intelectual, estoy deslizando los calcetines de topos debajo del edredón, deshaciéndome de ellos con el roce hasta notar el tacto suave de las sábanas. Franela, noches de febrero y libros. Leo páginas y páginas donde, mientras para algunos “no pasa nada”, para mí se dibujan escenarios y personajes que solo existen aquí, en mis manos. De hecho, podría encerrarme en libros donde no pasara nada, sino todo lo demás.

¿La acción lo es todo? Un estado polarizado sería la respuesta. Desconozco si la balanza se inclinaría hacia el sí (y estaríais entonces odiando este post desde la primera palabra) pero, en ese caso, me gustaría hacer un ejercicio en el que reemplazáramos las largas descripciones de los libros por cada uno de los momentos de nuestras vidas. Situaciones lentas, cotidianas y aparentemente insignificantes. Esas que van completando el sentido de los hechos, la calma que precede a la tormenta.

Gente queriendo que pasen cosas es gente incapaz de apreciar los matices, enfocada en el movimiento y centrada en una interpretación de la realidad distorsionada por la velocidad. ¿Sabéis cuando un olor os traslada a un lugar o momento concreto? Esa es la esencia de los detalles; particularidades que cargan de sentido el contexto y lo hacen tangible a través de las palabras.

Los guiones pausados, tranquilos, como las buenas conversaciones maridadas con cerveza fría, enriquecen las historias. Y la vida.

¿A caso hay algo más lento que la vida? Y, sin embargo, no queremos que termine. Entonces, ¿por qué algunos pretendéis que todo suceda ya, sin más adornos? Os lo pregunta una que, probablemente, no conocerá la paciencia en su vida, pero que irremediablemente se pierde en los detalles.

No me creo que os guste leer y no queráis saber más. Al menos os habré obligado a imaginarme. Tecleando y leyendo en la cama, ya sin calcetines. Objetivo cumplido, podéis odiarme.

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