Entender a Hugo Chávez desde Europa

Se decía en la despedida a Hugo Chávez tras su muerte que fue «un mar de pueblo» y aquello de que volverá, y será millones. Constantemente desde Europa trazamos explicaciones políticas que se dejan muchos elementos por el camino, sobretodo con respecto a América Latina. Intentar entender un proceso que te es ajeno con las herramientas con las que te examinas a ti mismo, a menudo te va a hacer fallar.

Si miramos a Venezuela vemos muchas cosas. Los liberales ven un Estado personalista condenado a la pelea contra la libertad y dirigido por los alumnos de una suerte de dictador comunista. Los comunistas, por su parte, ven en Chávez a un verdadero icono de la izquierda, la expresión latinoamericana de los partidos comunistas europeos. Pues bien, tanto liberales como comunistas se equivocan.

«Volverá, y será millones».

Por la parte liberal, se demuestra que las comparaciones son odiosas y que los fanáticos más aférrimos del «piensa por ti mismo» son los primeros que engullen y vomitan lo que vuelcan los mass media sobre la Revolución Bolivariana. Venezuela molesta a los liberales, eso es un hecho. Les molesta por dos elementos: las medidas concretas en el Gobierno y su potencia como líder político.

Lo primero es evidente: a los liberales no les gusta aquel que nacionaliza el petróleo para revertir sus beneficios de las empresas estadounidenses al pueblo venezolano. No les gusta el que se somete a cuestiones de confianza en varias ocasiones y gana elecciones con alta participación popular una detrás de otra. No les gusta la profundización de la democracia, la economía como bien común y la política exterior que desafía los marcos del imperialismo.

Lo expuesto no debería generar mayor sorpresa, pues los ejes ideológicos del liberalismo europeo militante los tenemos claros. Pero el segundo elemento sí tiene un trasfondo que merece la pena desgranar.

El rechazo sistemático a la figura del líder en política lleva detrás una serie de premisas profundamente ideológicas. Tiene que ver con una idea según la cual hacer política desde las pasiones y no desde una supuesta «racionalidad» (que viene dada por una serie de máximas socialmente aprendidas) es algo que choca con el «progreso» (otro concepto racionalista asumido como «lo normal»). La política, según el planteamiento liberal, tiene que ver con reuniones ecuánimes y una cierta profesionalidad alejada de lo plebeyo. Porque lo plebeyo molesta. Lo plebeyo es irracional, aleatorio y potencialmente peligroso.

«Una idea según la cual hacer política desde las pasiones y no desde una supuesta «racionalidad» es algo que choca con el progreso».

Y Chávez era eso. Chávez era una figura cuya importancia radicaba en lo que había generado a su alrededor. Una ola de pueblo en constante reinvención. Él dejó de ser un nombre propio para ser un nombre común, un nombre que expresaba anhelos, esperanzas y rebeldía de muchos. Una vez más (como ya sucedió con Fidel Castro o Evo Morales) el liderazgo político supuso expansión democrática y capacidad plebeya de cambiarlo todo.

La inquietud de los liberales es comprensible. Nada que tenga que ver con las mayorías haciendo una revolución de las de andar por casa, las que se construyen en la cotidianidad y, de hecho, en ella se reflejan sus efectos, les va a gustar. Porque la burbuja liberal te aísla de esos elementos de comunidad. Es la gran victoria del neoliberalismo cultural: individualizar.

Pero en América Latina la vida es otra cosa. América Latina nos enseña el significado de la palabra patria y le otorga dirección política a los dolores comunes. Eso fue la Revolución Bolivariana.

«América Latina nos enseña el significado de la palabra patria y le otorga dirección política a los dolores comunes».

Por otro lado, he señalado al principio que Hugo Chávez se tenía como un icono de la izquierda europea y que precisamente ahí estaba su error. Las categorías izquierda y derecha, si en Europa tienen ya poca capacidad para explicar la realidad política, en América Latina rozan lo absurdo. América Latina ha vivido a Salvador Allende, Perón, el Subcomandante Marcos y Fidel Castro y la izquierda los ha englobado en su categoría eurocentrista favorita: la izquierda.

Tratar de mirar la política de América Latina con las gafas del conflicto entre izquierda y derecha, además de un llamativo imperialismo cultural, denota una incapacidad manifiesta de comprender todos aquellos procesos que no se inscriban en tu propio marco de referencia militante. Chávez fue (y es) pueblo en el estricto sentido de la palabra. Transformó el sentido básico de lo que significaba ser venezolano. Hoy ser venezolano es defender una serie de derechos sociales para todas las personas, defender la democracia como revolución constante y defender el orgullo de lo propio frente a quienes quieren imponer sus lógicas de egoísmo y de acumulación individual.

La gente en Venezuela no defiende la educación pública universal por ser de izquierdas, sino por ser venezolano. Ese es el logro de la Revolución: convertir los logros políticos en normalidad, en bases constitutivas de la acción política en Venezuela. Todo puede ser echado atrás, pero es mucho más difícil si hay un pueblo que ha asumido que ciertas cosas le pertenecen.

Es más que amor, frenesí. Los quiero con frenesí. Los amo con frenesí. ¡Que viva la patria venezolana, que viva para siempre Venezuela! ¡Llevo tu luz y tu aroma en mi piel!

Chávez no fue de izquierdas… eso no quiere decir que fuera de derechas. Quiere decir que fue algo mucho más profundo que una etiqueta europea para definir posiciones parlamentarias, fue icono de una revolución que se cantaba, se explicaba y se desarrollaba en las plazas, en las calles y en las casas de cada venezolano.

Como apunte final, quien quiera comprender lo que fue Hugo Chávez, tiene aquí una referencia gráfica imperdible:

Un comentario en “Entender a Hugo Chávez desde Europa

  1. Un pequeño apunte sobre este interesante artículo: El petróleo en Venezuela no lo nacionalizó Chávez sino que se convirtió en propiedad estatal con Carlos Andrés Pérez en 1976. Posteriormente en los 90, se abrió la inversión a las empresas extranjeras, teniendo el Estado una participación minoritaria.
    Lo que hizo Chávez fue establecer PDVSA como empresa mixta, en la cual el Estado debe tener la mayoría de las acciones, pero nunca la nacionalizó ya que ya se encontraba en posesión estatal.

    Saludos!

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